Los juicios que se llevaban a cabo por brujerí­a distaban mucho de ser ejemplo de justicia. Para la acusación bastaba la sospecha, no eran necesarias pruebas, no habí­a opción a defensa y las confesiones o delaciones hechas bajo tortura eran usuales y totalmente válidas. Incluso si el sospechoso no confesaba después de ser torturado, esto se interpretaba a veces como un signo más de lo fuerte que era la intervención del Diablo.
Sin embargo, solí­a darse el caso de que una vez apresada una bruja, aparecí­an muchas más en la zona… la explicación oficial era que si el Diablo andaba cerca, poseerí­a a cuantas más mejor… pero las acusaciones falsas, una suerte de psicosis colectiva o puede que incluso cierta rebeldí­a ante la injusticia tal vez fueran causas más reales.
Algunas voces advirtieron de la poca fiabilidad de los procesos inquisitoriales desde dentro. Así­, Alonso Salazar y Frí­as, inquisidor que habí­a tomado parte en el proceso de Logroño de 1610, estableció al hacer la revisión del proceso que la mayorí­a de las acusaciones eran falsas, y que no se habí­a actuado correctamente. Incluso concluyó que todo habí­a sido un exceso de imaginación por parte de unos y de otros, en parte motivada por los sermones de la Iglesia. El jesuita Friedrich von Spee se pronunció en un sentido parecido, cuando sin negar la existencia de brujas o de intervenciones satánicas, habló de la injusticia que habí­a comprobado en los procesos inquisitoriales. Y otro punto de vista más fue el que aportó el humanista Pedro de Valencia, que hablaba de los aquelarres o reuniones de brujas como de fiestas de gente en busca del placer, todo lo más, bacanales, y que explicaba las supuestas visiones mágicas como ilusiones, efecto de drogas… negando toda intervención del Diablo en ellas.
¿Cuáles eran los crí­menes que supuestamente habí­an cometido estas personas? En la obra “Demonomaní­a de los brujos” se hace un listado de los mismos entre los que se incluyen renegar de Dios, maldecirlo, rendir homenaje al Demonio, dedicarle sacrificios, ofrecerle hijos antes de que nazcan, matar niños para hacer pócimas con ellos, comer carne humana, profanar cadáveres, beber sangre, envenenamientos, maleficios, provocar la esterilidad del ganado o de los pastos, practicar el incesto y tener prácticas sexuales “aberrantes”, y el trato carnal con el Diablo. En algunos casos eran acusados además del crimen de traición al Estado, puesto que supuestamente tení­an al Demonio como máxima autoridad, en vez de a su gobierno.
En la práctica, era tan difí­cil probar la inocencia de uno que miles de mujeres fueron torturadas, quemadas en hogueras, ahorcadas… muy probablemente por miedo, por rencillas personales con algún vecino, por la psicosis colectiva, por ser “raras”, o por tener una mente demasiado abierta para la época que viví­an, que las hizo sentirse y mostrarse más libres de lo que sus contemporáneos estaban preparados para aceptar.
ARTICULOS RELACIONADOS
Paseando por la Historia
La Inquisicion
Brujas

Deja tu comentario

Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!

0 Shares:
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You May Also Like