Por Nicolás Artusi
Es un pinche en el departamento de Correspondencia de una
gran corporación, pero el pálpito lo alienta a pensar que puede cambiar el
rumbo de la empresa y de su vida: tiene lo que hay que tener. En 1987, la
película El secreto de mi éxito muestra a Michael J. Fox trajeado como un proyecto
de yuppie y resume la pasión de la década infame por el dinero y una manera
salvaje de hacer negocios (en el título original, la palabra
«succe$s» se escribe así, con la marca del dólar en la grafía).
gran corporación, pero el pálpito lo alienta a pensar que puede cambiar el
rumbo de la empresa y de su vida: tiene lo que hay que tener. En 1987, la
película El secreto de mi éxito muestra a Michael J. Fox trajeado como un proyecto
de yuppie y resume la pasión de la década infame por el dinero y una manera
salvaje de hacer negocios (en el título original, la palabra
«succe$s» se escribe así, con la marca del dólar en la grafía).
Ese mismo año, el mesiánico Gordon Gekko habría despreciado
desde su búnker en Wall Street la buena voluntad del muchacho lobo: pasado de
anfetaminas, él apostaba a la timba financiera para multiplicar los billetes.
Es cierto que, aun a pesar del boom de la literatura de autoayuda económica, no
existe un manual de recetas para el éxito. Pero se puede estudiar qué hicieron
aquellos que fundaron grandes negocios. ¿Quién quiere ser millonario?
desde su búnker en Wall Street la buena voluntad del muchacho lobo: pasado de
anfetaminas, él apostaba a la timba financiera para multiplicar los billetes.
Es cierto que, aun a pesar del boom de la literatura de autoayuda económica, no
existe un manual de recetas para el éxito. Pero se puede estudiar qué hicieron
aquellos que fundaron grandes negocios. ¿Quién quiere ser millonario?
Siempre atenta a los avatares de los que construyen
rápidamente sus fortunas, la revista yanqui Fast Company identificó algunos
rasgos en común entre los magnates de las empresas que cotizan en la Bolsa de
allá (aquí mismo ya se dijo que, entre ellos, hay cuatro veces más psicópatas
que en la población general). Tal vez influenciados por el viejo adagio
castrense «al pedo pero temprano», se encuentra que los exitosos
suelen levantarse al alba: más alondras que búhos, tienen una visión
eficientista del día. Llegan primero.
rápidamente sus fortunas, la revista yanqui Fast Company identificó algunos
rasgos en común entre los magnates de las empresas que cotizan en la Bolsa de
allá (aquí mismo ya se dijo que, entre ellos, hay cuatro veces más psicópatas
que en la población general). Tal vez influenciados por el viejo adagio
castrense «al pedo pero temprano», se encuentra que los exitosos
suelen levantarse al alba: más alondras que búhos, tienen una visión
eficientista del día. Llegan primero.
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