• A los 9 años aprendí­ que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabí­a la respuesta.
  • A los 10, aprendí­ que era posible estar enamorado de cuatro niñas al mismo tiempo.
  • A los 12, aprendí­ que, si tení­a problemas en la escuela, iban a ser más grandes en casa.
  • A los 13, aprendí­ que cuando mi cuarto quedaba del modo que yo querí­a, mi mamá me mandaba a ordenarlo.
  • A los 15, aprendí­ que no debí­a descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque las frustraciones de mi papá eran mayores y su mano más pesada.
  • A los 20, aprendí­ que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.
  • A los 25, aprendí­ que nunca debí­a elogiar la comida de mamá cuando estaba comiendo algo preparado por mi esposa.
  • A los 27 aprendí­ que el tí­tulo obtenido no era la meta soñada.
  • A los 30, aprendí­ que cuando mi esposa y yo tení­amos una noche sin los niños pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.
  • A los 33, aprendí­ que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.
  • A los 34, aprendí­ que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
  • A los 38, aprendí­ que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustarí­a estar viajando.
  • A los 39, aprendí­ que puedes saber que tu esposa te ama cuando quedan dos galletas y ella elige la más chiquita.
  • A los 42, aprendí­ que si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.
  • A los 44, aprendí­ que puedes hacer a alguien disfrutar el dí­a con solo enviarle un mensaje.
  • A los 47, aprendí­ que niños y abuelos son aliados naturales.
  • A los 55, aprendí­ que es absolutamente imposible tomar vacaciones sin engordar cinco kilos.
  • A los 63, aprendí­ que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él. Y que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.
  • A los 64, aprendí­ que la mayorí­a de las cosas por las cuales me he preocupado nunca sucederí­an.
  • A los 67, aprendí­ que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.
  • A los 72, aprendí­ que, si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.
  • A los 76, aprendí­ que envejecer es importante.
  • A los 91, aprendí­ que amé menos de lo que hubiera debido.
  • A los 92, aprendí­ que todaví­a tengo mucho para aprender.

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