Un aguador viajaba por los pueblos con su burro cargado de agua, y un perro que los seguía.
Una persona, al verle llorando, se le acercó y le preguntó: “¿Por qué lloras, aguador?”
El aguador respondió: “Lloro por estos pobres animales. Mi pobre burro está viejo y cansado, y no soporta el peso de tanta carga. Y este perro nos sigue porque está sediento. Yo sufro mucho al verlos así”.
El hombre le dijo: “La solución es muy sencilla: dale un poco de agua al perro. Así el perro calmará su sed, y el burro al menos aliviará un poco su carga”.
“¡Ah, eso no! -Contestó el aguador. -Eso no lo puedo hacer. El agua la necesito toda para mí”.
El hombre miró primero al burro, después al perro, y finalmente al aguador, que seguía llorando, y se alejó pensativo, diciendo:
“La verdad es que ya no sé quien es aquí el burro…”