castillo del loro “Dicen que aparecen fantasmas”, “dicen que hay espí­ritus que pasean por los salones”, “dice que son almas de soldados”, “dice que la que aparece es una mujer”… esos son los muchos y distintos comentarios sobre los espí­ritus que habitan en el viejo castillo, hoy convertido en hotel.

El Castillo del Loro está ubicado a la entrada de Chulumani (Bolivia), la más importante población de Sud Yungas, a dos horas y media de la ciudad de La Paz (Bolivia), por carretera primero asfaltada y luego de tierra. En este lugar lo impactante de la naturaleza yungueña, que tiene caracterí­sticas únicas, se mezcla la historia del paí­s y el más allá…

Construido en 1935 por orden del presidente José Luis Tejada Soriano, quien apenas pudo conocer la obra terminada, El Castillo está hecho en su mayorí­a de piedra y tiene varios niveles en los que ahora se han habilitado las habitaciones para los huéspedes. Se encuentra justo al frente de la comunidad Chaco, compuesta por 40 familias, la mayorí­a dedicada al cultivo de flores.

“El Castillo estuvo cerrado casi 15 años y tuvimos que reconstruirlo en gran parte, tardamos en ello casi dos años”, explica Fernando ílvarez Plata.

“Los turistas que vienen acá cuentan que han visto al fantasma en el hotel. Particularmente yo no lo he visto nunca, pero hay mucha gente que sí­â€, dice ílvarez Plata. Si bien él no ha visto nada, a su hija le sucedió que en una ocasión, visitando El Castillo con unos amigos, sacó fotos en la sala y al revelarlas pudo ver cómo entre los fotografiados aparecí­a claramente la silueta de un hombre mayor.

En la comunidad se habla de que el Presidente tení­a una novia en la comunidad, y que el fantasma que aparece es el de ella esperándolo. Otros dicen que es el mismí­simo Tejada Sorzano. Algunos también comentan que las almas de los prisioneros paraguayos se han quedado en el lugar. Varios de los lugareños trabajan en El Castillo, como es el caso de Miguel Santos, quien junto a su esposa Natividad y su hija Camila son piezas claves del lugar. Miguel hace y sabe de todo y trabaja en El Castillo desde hace 10 años, ahora como administrador; Natividad se encarga de la cocina. Miguel es el primero en aclarar los rumores: “claro que hay fantasmas, pero son buenos, no hacen daño a nadie. Tal vez asusten un poco, pero luego uno se acostumbra”, dice el hombre.

Miguel inicia las anécdotas que han hecho famoso el lugar contando que una de las noches en las que cuidaba El Castillo, que estaba sin utilizar desde hace varios años, decidió entrar a la cocina para prepararse algo de comer, “estaba en la cocina y escuché cómo alguien silbaba en el comedor. No quise hacer caso, pero el silbido seguí­a, insistente. Al momento de salir, fue como que alguien me empujase hacia la puerta. Creo que al fantasma no le gustó que no le hiciera caso”, -rí­e.

En otra ocasión Miguel recuerda que estaba listo para dormir, ya en cama, cuando sintió que una persona se le abalanzaba encima, pero no habí­a nadie. “No me dejaba mover los brazos. Era como si me sujetase, pero no sentí­ miedo. No era una mala presencia. Luego de un momento me soltó”, dice Miguel. Según él, se escuchan pasos, se cierran puertas, pero es un fenómeno que se presenta sólo para quienes creen en los fantasmas, para aquellos que no, la visita a El Castillo suele transcurrir sin ninguna presencia inesperada.

 

 

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