Por Caridad, Maestra de Reiki

Creer en Reiki es no poner ninguna norma, ninguna limitación…

Hablamos de una energí­a inteligente, mucho más que los que lo trabajamos… Sólo “entrar” en Reiki y dejar que lo que nos llegue fluya…

En el momento de la muerte de un familiar, amigo o cualquier otro conocido, Reiki nos ofrece la posibilidad de ayudar al que se va, para que su tránsito sea armonioso.

Si se nos ofrece la oportunidad, podemos iniciar al enfermo. También se le puede iniciar a distancia.

Si no se es master, en el momento del fallecimiento, permanecer a su lado y darle un tratamiento completo de Reiki.

Al finalizar, mantener durante diez minutos las manos en las plantas de los pies, visualizando una Luz rosa que asciende, llena el cuerpo y sale por el chakra corona.

Seis horas después, realizaremos sobre el fallecido, el sí­mbolo de CR, tal y como se aplica en el tratamiento de segundo grado.

Al colocar las manos en la posición sobre el corazón, sentiremos como se nos van ligeramente hacia el plexo y como algo, la energí­a restante en el cuerpo, impulsa hacia arriba las manos. En ese momento daremos la
afirmación que encamine la energí­a hacia la Luz. Yo Soy… (Nombre completo del que se ha ido)…hacia la Luz.

En ese momento percibiremos con total claridad un cambio en el cadáver.

Su aspecto será diferente. De Paz. Puede incluso verse un resplandor en el rostro.

Un cambio de expresión… Ya no duermen, se van con armoní­a…

Hay que aclarar que lo haremos después de sintonizarnos y dibujar desde la consciencia los sí­mbolos y recitar los mantras.

Durante algunos dí­as, habitualmente 21 en personas poco preparadas espiritualmente, o con miedos y apegos que resolver, seguiremos enviando Reiki cada dí­a al que viaja ya en otros planos.

Orden: Sí­mbolos, mantras, y con dulzura y firmeza el nombre completo y la orden de que se encamine hacia la Luz.

Es conveniente, si no estamos seguros, mantener el enví­o de Reiki durante los dí­as que consideremos necesarios.

Sentiremos con toda claridad el momento en que el alma se funde en la Luz…

Incluso lo veremos…

– Hasta aquí­ el artí­culo tal y como lo publiqué hace ya años en la que era mi web.

Ahora, tiempo después, mi vivencia de la experiencia. El tiempo es el que hace comprender, el que asienta lo aprendido….

Lo viví­ en primera persona, a la muerte de mi madre.

Cuando se fue no estuve a su lado. Mi cobardí­a ante la pérdida era tal que no fui capaz de enfrentarme al hecho. Murió en una residencia…

Llegué cuando aún estaba tibia, el calor, la placidez del sueño embargaban su rostro.

Estaba guapí­sima, pero… Algo me decí­a que no estaba muerta, dijeran lo que dijeran sus constantes vitales. Estaba dormida

Cuando llegamos a la capilla ardiente, no hací­a más que observarla. Su carita reflejaba una expresión que conocí­a muy bien: La que poní­a cuando estaba enfadada, molesta por algo y pretendí­a disimularlo.

Aparentemente plácida, pero con una tormenta interna. Les aseguro que no era mi imaginación, ni que proyectase nada personal… Era así­. No en vano viví­ siempre a su lado. La conocí­a mejor que nadie.

Daba vueltas en la tanatorio, sin saber muy bien que hacer. No era dolor, era desasosiego, malestar, algo que he aprendido a escuchar desde hace mucho tiempo.

Y me decidí­. Estaban mi pareja y mis hijos. Aún no habí­an llegado el resto de la familia. Levanté la tapa del ataúd. Y la inicié (3º grado). Ya lo estaba en los anteriores niveles.

Mis hijos me apoyaron, enviándome Reiki. (Los tengo iniciados desde pequeños).

Y pasó lo que describo en el artí­culo.

Cuando acabé le hice el tratamiento completo, y al llegar al plexo dibujé el CR.

Desde el chakra corona hacia abajo, en espiral. Y al centrar y recitar el mantra en el plexo fue cuando sentí­ con total claridad como “algo me empujaba las manos hacia arriba.

Acabé el tratamiento, unos diez minutos más tarde su expresión cambió
radicalmente.

Una especie de Luz Interna se reflejó en su rostro. Estaba tan hermosa que parecí­a una jovencita. Resplandecí­a… La Paz ….

En ese momento supe con certeza que se habí­a ido. Por lo menos del cuerpo, del ataúd, de su miedo a la muerte.

Aún así­, cuando la enterramos, al introducirla en el nicho, posé mi mano sobre el ataúd, y el dolor, el desgarro interno que sentí­ fue el mayor de mi Vida..

Sólo la pérdida de un hijo podrí­a hacer comprender a alguien lo que se me rompió dentro.

Y supe que no habí­a acabado. Ni para ella ni para mí­. Su bardo no habí­a hecho más que comenzar, y decidí­ acompañarla. Compensarla de lo que no habí­a hecho antes…

Cada dí­a, mediante el tratamiento a distancia, conectaba con su alma, con su espí­ritu, y la ayudé como único sabí­a hacerlo. Permaneciendo cerca, alentándola a superar el miedo, la oscuridad, la soledad del camino hacia la Luz…

La experiencia nos sirvió a las dos, estoy segura.. A mí­ me ayudó tanto como a ella… O más…

Cualquier sentimiento de culpa, cualquiera de las cosas pendientes fueron
solucionándose, poco a poco, en aquellos 21 dí­as.

La reflexión me hizo comprender y perdonar. Y no a ella, que, simplemente, habí­a hecho lo que podí­a.. A mi misma. Que tanto la habí­a juzgado. A quien tantas culpas habí­a echado. Y me perdoné en mis errores, aceptando que yo también habí­a actuado como único sabí­a.

Fue un perí­odo difí­cil. De duro crecimiento. A nivel personal, y, al vivenciar algunos momentos del bardo, aprendí­ también como podré enfrentar el mí­o. Como no dejarse engañar por las pruebas, ilusorias, mentales que supone.

Como mantener la mente fija en todo momento en la Luz que alumbra el final del túnel…

Y que aún cuando no se vea, tienes que recordar en cada instante que es lo único real de la última experiencia…

Ese camino entre planos: Donde cada miedo de tu Vida toma realidad, donde cada pensamiento negativo se transforma en vivencia real.

Es en esos momentos cuando se le puede ayudar. A recordarle su Fe, sea la que fuere, la que la alentó en este plano. A mirar hacia delante, a no olvidar un instante que lo que pasa no es más que parte del Camino. La última parte… La que precede al descanso.

Cuando se percibe la fusión del espí­ritu en la Paz es algo que simplemente no tiene forma de ser descrito; Todo queda resuelto; El que se queda, el que acompaña, con un aprendizaje interno que no tiene precio.

Con calma, aceptación y comprensión. Y el que se ha ido, libre de lo pasado para reemprender Camino;

No esperen visiones, no son necesarias, En realidad, dudo de los que las
tienen.

Suponen una gran pelí­cula mental, de autoengaño, prepotencia y extrema Vanidad… El pecado más querido por todo lo que nos impide Crecer.

No hay un tiempo fijo para que eso suceda. Cada ser humano tiene un nivel de evolución diferente.

Creo que a mi madre su espiritualidad, estar iniciada y ser tan buena gente la ayudó. Por eso, solo dejen de enviar Reiki cuando sientan profundo descanso, tanto propio, personal como desde la conexión.

Si no están iniciados en la Maestrí­a, hagan el tratamiento que sepan.

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