Erase un gurú al que todos consideraban la encarnación de la sabidurí­a. Todos los dí­as disertaba sobre diversos aspectos de la vida espiritual, y para todos era obvio que jamás habí­a superado nadie la variedad, la profundidad y el atractivo de las enseñanzas de aquel hombre.
Sus discí­pulos le preguntaban una y otra vez por la fuente de donde extraí­a su inagotable sabidurí­a. Y él les decí­a que todo estaba escrito en un libro que ellos heredarí­an cuando él muriera.
Al dí­a siguiente de su muerte, los discí­pulos encontraron el libro en el lugar exacto donde él les habla dicho que lo encontrarí­an. Aquel libro no tení­a más que una página, y en ella una sola sentencia: “Comprende la diferencia entre el continente y el contenido y habrás descubierto la fuente de la Sabidurí­a”.
Cortesí­a de Merle Rodrí­guez
Tomado de “Alimento para el Alma”

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