Hace alrededor de veinte siglos, existió una bella joven que trabajaba en casa de una familia rica. La joven tenía el trabajo de traer agua desde la fuente, situada a varios kilómetros, hasta la casa. Era un trabajo penoso y muy cansado, para ella un auténtico calvario, sin embargo, no podía dejar el trabajo ya que necesitaba el dinero para poder sobrevivir.
Un día, cansada de tanto cargar, se derrumbó y tal fue su desesperación que formuló en voz alta el deseo de vender su alma al diablo a cambio de no tener que volver a llevar a cabo su tarea tan sufrida. Sus palabras exactas, según dicen, fueron : "Si eres capaz de hacer algo para traer el agua del río justo a la casa de mi señor antes de que salga el sol, te entregaré mi alma para siempre". El diablo no tardó en aceptar la propuesta, haciendo un pacto de sangre en ese mismo lugar.
Al cabo de muy poco tiempo, la bella joven se arrepintió de lo que acababa de hacer, pero, confiando en que el diablo no podría hacer tal esfuerzo en una sola noche, intento seguir con su jornada e irse a dormir.
Pero durante esa noche, una gran tormenta asoló la ciudad y, la muchacha, al asomarse a la ventana, pude ver como miles de diablos estaban trabajando intensamente construyendo una inmensa mole arquitectónica a la que ya tan sólo le quedaba de colocar una piedra. En ese mismo momento, la muchacha se sintió completamente perdida. Empezó a rezar y rogar sin para sin obtener contestación.
El diablo, convencido de su victoria, despidió a sus ayudantes y entre bailes y risotadas decidió subirse a colocar la última piedra del acueducto. Sin embargo, y ante el asombro tanto del diablo como de la bella joven, sonó el canto de un gallo y un rayo de luz apareció. Se había hecho de día y el dueño del infierno no había sido capaz de colocar la última piedra, por lo que había perdido!
La joven corrió hacia la Iglesia para confesar todo lo que había hecho y, ante la creencia de que era un milagro del Señor que la muchacha hubiera podido escapar de las garras del mismo diablo, decidieron colocar la imagen de una Virgen y de San Esteban en el hueco de la piedra que el diablo no pudo colocar.
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