enanos del jardin Se popularizaron en el siglo XIX, en Alemania, y ahora hay rebeldes que los devuelven al bosque.

Los enanos de jardí­n son menos que mascotas pero más que juguetes. Sus dueños les tienen un cariño muy particular. A los que están expuestos en el Museo de la Ciudad, les dejan mensajes: “Luisito, volvé que te extrañamos”. O le dicen al director del museo, Eduardo Vázquez: “Avisame si llora, que lo vengo a buscar”. A mitad de noviembre pasado, el Museo de la Ciudad inauguró Duendes, gnomos y demás adornos de jardí­n, una muestra con enanos de yeso, escayola o cerámica que unos miran con horror y otros con ternura. La intención del Museo es homenajear con ellos a los jardines de la ciudad y a este culto tan especial.

El director confiesa que al principio contaban sólo con tres enanos y un Pinocho. Así­ que se les ocurrió hacer una convocatoria a través de la página del museo y tuvieron una avalancha de gente que quiso participar. Muchos trajeron los enanos que coleccionaban o los que animaban sus casas. Así­ reunieron 200 ejemplares, aunque la palabra ejemplares no sea la exacta para denominarlos.

Por lo que se sabe -que es muy poco- la moda de poner enanos en el jardí­n viene de Alemania, se industrializó en 1874, gracias a Phillipe Griebel, fabricante de cerámica de Grafferonda, y fue furor durante el siglo siguiente. Buenos Aires se plegó a la moda y se agregaron piezas como Pinochos, Patos Donald, Blancanieves, Caperucita, sapos, cisnes y hasta un Topo Gigio. Ahora están de moda los negritos de jardí­n, unos muchachitos de color que parecen sacados de La Cabaña del Tí­o Tom y que ostentan cestas y regaderas.

Según la superstición, los enanos del jardí­n cuidan y protegen de los ladrones. Tienen un origen más bien patético: los turcos reclutaban pigmeos para trabajar en las minas. Para que fueran vistos a la distancia en semejante oscuridad, los vestí­an con ropas llamativas y bonetes rojos. Luego se supuso que los enanos estaban relacionados mágicamente con la tierra. Para protegerse de poderes maléficos, la gente poní­a sus figuras como talismanes frente a sus casas.

Por si fuera poco, hace más o menos dos décadas existe en Europa un Frente de Liberación de los Enanos de Jardí­n que roba los enanos de jardines y los devuelve a los bosques. Dicen que los enanos tienen dentro de sí­ un alma viviente que ansí­a regresar a la tierra y que por alguna extraña maldición quedó atrapada en las estatuitas. Una vez secuestrados, el Frente enví­a fotos trucadas a los dueños, haciéndoles creer que su mascota ha estado viajando por todo el mundo. Son fotos de los enanos junto a monumentos tí­picos de distintos paí­ses, con camisa hawaiana y anteojos negros o con esquí­s, como las que hací­a la protagonista de la pelí­cula Amélie. A veces, la banda devuelve el enanito al jardí­n original después de haberlo nutrido de una buena dosis de contacto con la naturaleza.

La asociación que mayor promoción tiene es el FLNJ o Front de Libération des Nains de Jardins, cuya página en la Web es www.flnjfrance.com. Hacia 1997 fueron acusados de  sustraer por lo menos 150 enanos. Dicen ellos: “Debemos proteger a los enanos del abuso y del crimen”. En el 2003 el Ayuntamiento de Parí­s organizó una muestra que incluí­a enanos de jardí­n y el FLNJ liberó 20 enanos y reivindicó su acción con un comunicado a la prensa: “Pedimos el cierre inmediato de esa odiosa exposición y la puesta en libertad sin condiciones de los enanos de jardí­n que siguen detenidos”. En 2006, en Limoges, el FLNJ liberó en un colegio a 86 enanos que luego fueron puestos a disposición de sus dueños gracias al accionar de la policí­a.

En el 2005, el Frente comenzó a actuar en España, secuestró un Bambi y dos enanos en el pueblo de Hinojedo (Cantabria). Todo llega a nuestro paí­s y el primer caso del que se tiene conocimiento por la prensa fue en Rí­o Grande, Tierra del Fuego. En marzo del 2003 a la señora Susana Martí­nez unos mal vivientes le hurtaron los enanos de cerámica del jardí­n. Se desconoce hasta la actualidad el paradero de los mismos.

La muestra en el Museo de la Ciudad sigue hasta febrero y, es de esperar, que ninguno de los enanos sea hurtado. Sus dueños los tratan con inmenso cariño y los echan de menos. El Museo además ilustra la muestra con afiches y propagandas alusivas. En una de la década del 40, cuando la pelí­cula de Disney Blancanieves los puso de moda, los siete enanos vuelven de la mina y uno de ellos canta: “Después de trabajar, Jabón Rádico de Sales hay que usar”. Entre los enanos expuestos está Wilhelm, hecho con pedacitos de azulejo y a quien un chico dejó un dibujo e invitación para ir a su casa. Otro es Clodomiro. Muchos están recostados en el tí­pico hongo, tienen la regadera, el farol. A otros les robaron la carretilla. Tengamos la fiesta en paz: que ya nadie les robe más nada.

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