Es necesario comenzar señalando que las tarjetas de crédito, que antes eran exclusivas de un grupo selecto de la sociedad y ahora las porta casi cualquier mortal, y no solamente una tarjeta, sino varias.
Ahora las instituciones bancarias le dan casi a cualquiera una tarjeta de crédito, y con muy pocos requisitos. La popularidad de estas tarjetitas, ha traído como consecuencia que decenas de miles de personas, somos deudores de la banca y con intereses arriba de los de cualquier crédito. Al grado que luego el banco presta, con un interés menor, para que el deudor pueda pagarle al mismo banco, la deuda de la tarjeta.
Por ello, la primera regla es que sepamos que todo lo que compremos con una tarjeta de crédito, tenemos que pagarlo. Si no lo pagamos a tiempo, los intereses son altísimos, mayores que los créditos ordinarios de la banca. Esta es la regla de oro. Evita que nos sintamos millonarios por unos días y luego pasemos años pagándole al banco hasta el triple de lo que realmente gastamos.
Para ello el método es simple. Si lo que adquiero con la tarjeta, no lo puedo pagar completamente cuando me llegue el estado de cuenta, mejor no lo compro. Esto requiere disciplina, mucha disciplina, especialmente en las sociedades consumistas.
Debemos usar la tarjeta de crédito como si fuera de débito. Si no tengo el dinero en el banco para pagar, no la puedo usar. Si no tengo dinero en el banco, ni ingresos, mejor agarro la tijera y corto por mitad la tarjeta para evitar la tentación de usarla. Es mejor comer mierda de contado, que comer pollo al crédito, con una tarjeta.
Si usted tiene la suerte de tener empleo o un ingreso relativamente seguro, use la tarjeta exclusivamente para el gasto corriente de su hogar. En lugar de pagar en efectivo, pague con la tarjeta, es mas seguro. La tarjeta evita que tengamos que portar cantidades de dinero en la bolsa. Pero nunca gaste mas de lo que puede pagar cuando le llegue el estado de cuenta.
Las otras reglas, son menos importantes que la primera, pero de mucha utilidad.
Nunca pague por adquirir una tarjeta de crédito. Todas tienen una membresía anual, pero solo la pagan los pendejos. Usted espere que llegue un comercial del banco y que le regale la membresía.
Después de una año, si ha hecho buen uso de la tarjeta, solicite al banco que le regale nuevamente la membresía, si no se lo conceden, devuelva la tarjeta y cierre esa cuenta. Pronto llegará otro comercial del banco a ofrecerle otra gratis.
Adquiera el seguro contra robo de la tarjeta, la vende automáticamente el mismo banco que le brinda la tarjeta. Es una pequeña cantidad anual, que le libra de que un ladrón se la quite y vaya a hacer su agosto con su cuenta.
Pida que le suspendan todos los servicios adicionales que le ofrecen con costo cargado a su tarjeta. Muchos bancos se han inventado la paja de ofrecerle servicios de emergencias en caso de que se quede varado con su coche, o de que necesite un servicio de reparaciones en el hogar. En realidad lo que está pagando es una membresía, que le da derecho a solicitar esos servicios, pero estos los cobran aparte y a veces mas caros que los precios de mercado.
Cada vez que use la tarjeta, exija el comprobante de la compra. Guárdelo y cuando le llegue el estado de cuentas, revise cuidadosamente que todos los pagos que le imputan son correctos. De no ser así busque aclarar la situación de inmediato.
Pague la totalidad de lo que le detallan en el Estado de Cuentas, al menos un día antes de la fecha de vencimiento. Si así lo hace, no pagará un centavo de intereses por todas las compras efectuadas. Esto equivale a prestar dinero sin pagar intereses. Pero si usted tenía de antemano su dinero en banco habrá ganado aunque sea un milésimo de centavo en intereses a su favor.
Este es uno de los secretos a su favor de la tarjeta de crédito. Que usted puede fiar todas las compras, pero si las paga de contado antes de la fecha de vencimiento, no paga nada. El banco no pierde, pues le descuentan un porcentaje que oscila entre el 5 y el 8%, a la empresa que le recibe la tarjeta cuando hizo su compra. Así es que no se preocupe por la ganancia de los pobres y humildes banqueros.
Salvo que usted sea un magnate, o un empresario de altos vuelos, le recomiendo no tener mas de dos tarjetas de crédito. Lo ideal es una sola, para todos los cristianos comunes y corrientes, como nosotros. Entre mas tarjetas tiene, mas corre el riesgo de excederse en sus gastos o de perder el control de sus finanzas familiares. Además se ahorra hacer colas en los bancos todos los meses para pagar la cuenta.
No ordene tarjetas adicionales a su cónyuge o a sus hijos desempleados, sin antes aclarar con precisión las reglas del juego. Si su cónyuge es adicto (a) las compras y el consumismo, ni se le ocurra darle una tarjeta adicional. Es mejor un pleito conyugal en que lo acusen de tacaño, que un divorcio después de haber topado la tarjeta y que tenga su trasero empeñado hasta la cuarta generación.
En todo el mundo, todas las tarjetas tienen promociones de millas por cantidades gastadas. Esta es una pequeña devolución del banco que no hay que desaprovechar. Junte el mayor número posible, sin que se le venzan y adquiera un producto que necesite en su hogar. Si además de no pagar por la tarjeta, de no pagar intereses por pago puntual, usted logra que le den, aunque sea una licuadora al fin de año, o a los dos años, no es tan mal negocio.
Si usted tiene la suficiente disciplina para cumplir las anteriores recomendaciones, será feliz con su tarjeta y esta lo sacará de apuros. De lo contrario, mejor tome las tijeras, haga pedacitos todas las tarjetas que tenga y ponga un rótulo en su casa donde prohíbe el ingreso de cualquier ejecutivo de banco que promueva estos plásticos.
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