La tradición china más antigua habla del Hoen-Tun o Caos Primordial. Inmediatamente alude a las tres grandes soberaní­as: la del Cielo, de la Tierra y la del Hombre. Durante la primera soberaní­a se verificó la formación del cielo actual, «la cual se hizo sucesivamente por medio del movimiento que la Gran Cumbre o el Ser primordial imprimió a la materia, antes en completo reposo».
Las tres soberaní­as fueron unificadas en tres prí­ncipes llamados Hoangs, cuyas apariencias y atributos les asemejaban a los monstruos colocados por Beroso en el caos caldeo: seres con cuerpo de serpiente, pies de caballo, cara de mujer y cabeza de dragón.
A la época de las tres soberaní­as sucedió la de los Ki, diez grandes perí­odos, durante los cuales 1os escasí­simos hombres moraban en las cuevas y cabalgaban sobre grullas, ciervos alados y dragones. Al fin de los Ki aparece el famoso Fo-Hi, monstruo con cuerpo de dragón y cabeza de buey, dotado de un gran talento organizador El nacimiento de Fo-Hi fue milagroso. Paseándose una virgen, llamada Hoa-Se (flor deseada), por las orillas del rí­o puso su pie sobre la huella del grande hombre, inmediatamente se conmovió, viese rodeada de un resplandor maravilloso, y sus entrañas concibieron y transcurridos doce años, el dí­a cuatro de la décima luna, a media noche, nació Fo-Hi, así­ llamado el memoria del rí­o, a cuyas orilla fue concebido.
A Fo-Hi se deben los ocho sí­mbolos (Kua), primero signos gráficos de los chinos, el compuso el I-King, libro de los Cambios, y nombró ministros Dragones con cargo de cuidar los distintos ramos de la administración y fundó los matrimonios. El nombre de Ti, aplicado al Ser supremo le fue otorgado a Fo-Hi. A éste sucedió—en un lapso incierto Chin-Nung, «el Divino hablador» descubridor de la Medicina, de la lira, de las artes, propagador de las buenas costumbres, gran juez.
Después de varios descendientes de Chin – Nung, apareció el famoso Hoang-Ti, el primer personaje humano de los anales chinos, que reinó cien años «como patriarca de la Tierra Amarilla», y que estableció seis ministros, a los cuales Llamó Nubes (Fun). Durante su reinado se construyeron los primeros templos y palacios, se descubrió la música (el sonido armonioso) y se estableció el cómputo del tiempo.
Tchuen-Hio, su sobrino y sucesor, devolvió la pureza al culto religioso y estableció ministros con el especial encargo de hacer la distinción entre los seres humanos y las espí­ritus celestes; y para destruir el culto doméstica, dispuso que únicamente el emperador tuviese derecho a hacer sacrificios al Ser supremo.
Deidades interesantes de los chinos son: Dagún, criador del Universo; Ti-Kang, el rey de los infiernos; Chang Ko, diosa de la pureza, a la cual se encomendaban los célibes, muy parecida a la Atenea helénica; Kuza, diosa equivalente a la Cibeles o a la Bhavani hindú, a la que se representa, sentada, en la flor de Padma, con dieciséis brazos, teniendo en sus manas libros, espadas, frutos y flores; Nimifo, dios del mar; Kon-In-Pu-Tsa, diosa de la abundancia; Kuil-Kiabsti, dios del reposo cuyo templo en Kang-Ton estaba llena de camas para que descansaran los viajeros; Djosia, diosa de las emigraciones y de los largos viajes; Tiang no, la diosa-luna.
Deidades de categorí­a, inferior eran: Chin-Hoan dios protector de las provincias y ciudades; Pusa, dios inventor de la porcelana; Felo, dios-sal; Konin dios doméstico, cuidadoso de los hogares, de las granjas y de la: alquerí­as; los, dioses penates chinos; Tching, genios benéficos; Gei genios maléficos.
Fueron también muy venerado, en China los montes y las colinas; creí­an los chinos que, abrir hoyos o zanjas en sus laderas era come herirlos, por lo que los espí­ritus de unas y de otras acudirí­an a tomarse venganza. Creyeron igualmente que la felicidad «amasada por los dioses» llegaba a la tierra bajo la forma de corriente de dirección varí­a, a la que daban el nombre de fong-chué (viento y agua). El racionalismo chino ha borrado en gran parte las huellas de las religiones primitivas; pero subsisten en las costumbres y creencias populares, profundamente animistas, que ofrecen variedad inmensa de hechos religiosos. Estos hechos han influido decisivamente en las religiones sabias y en los sistemas filosóficos.
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