Un sabio cierta tarde llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio
mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron
interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a
ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.
Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de
hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los
ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.
Uno de los hombres comentó:
– ¿Es posible que además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles
y usted nos responde con bellas palabras!
A lo que el hombre sabio le respondió:
– Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.
¿Qué tienes tú para ofrecer a la gente que te rodea o que en algún
instante de la vida se cruza en tu camino?
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