Debido a las múltiples crisis económicas que se han venido dando en
los últimos tiempos en varios países de Latinoamérica (y que, ahora
sí, gran parte de nosotros conoce lo que es vivir un verdadero
problema económico), hemos decidido enviarles un mensaje como éste.
Primero fue Ecuador, luego Venezuela, más tarde Argentina, ahora
Uruguay, y luego… no sabemos… pero lo que estamos viviendo es
simplemente las manifestaciones de una crisis económica mundial. Es
nuestro anhelo que este mensaje ayude a muchos a cambiar su manera de
ver y de "vivir" la vida…
Entre las muchas comodidades que nos ofrece la vida moderna, las
tarjetas de crédito han entrado al grupo de "indispensables"; son
bastante útiles a la hora de comprar sin necesidad de tener el dinero
disponible; si el día que quieres comprar algo no tienes con que
pagarlo, usas tu tarjeta y pagas después.
Si no tienes cuidado con el manejo de tu tarjeta, puede ocurrirte que
algún día comiences a gastar más de lo que puedes pagar. Te meterás
en otras deudas para poder pagar tus cuotas y luego te
verás en apuros para pagar esas deudas. Para entonces ya no tendrás
como conseguir más dinero y tu situación se habrá salido de control.
Sucederá entonces que tendrás que suplicar misericordia a tu banco
para que refinancie tu deuda. Ellos te quitarán la tarjeta y
seguramente no podrás volver a tener una en mucho tiempo.
Dios nos ha entregado una tarjeta de crédito: nuestra vida. Compramos
lo que no debíamos: el pecado. Ahora no podemos pagar nuestra deuda.
Al principio pensaste que podías manejarlo: haces
algo indebido hoy pero seguramente podrás pagarlo en tu próxima cuota
de buenas obras (esa que pagas todos los domingos). Como te gustó
descarriarte esta semana, la próxima gastas más, no importa que tu
cuota suba un poco. Con el tiempo y sin que lo notes, te has
convertido en un esclavo, ya no paras de malgastar tu vida y empiezas
a incumplir las cuotas de piedad.
El departamento de cobranzas de tu conciencia no deja de llamar a
recordarte que estás en mora y ahora también tienes que buscar una
forma de esconderte de esas llamadas. Ante los demás, necesitas
continuar dando la impresión de que tienes todo bajo control y que
puedes seguir derrochando ilimitadamente como si siempre tuvieras con
que pagar, al tiempo de que haces de todo para evitar que se den
cuenta de que eres un moroso ante el dueño del oro y la plata. Es
entonces cuando Jesús te ofrece un plan para ponerte a paz y salvo
con Dios. Cuando í‰l se entregó por nosotros en la cruz, ha hecho el
pago de nuestras deudas, si decidimos dejar que í‰l sea quien las
pague. Imagínate, í‰l promete pagar por lo que tú derrochaste.
Cuando aceptas el plan de Jesús, vuelves a estar a paz y salvo. Ya no
eres más un moroso; no hay llamadas para cobrarte lo que debes; ya no
tienes que estar abriendo un hueco para tapar otro. Has vuelto a
tener un modo de vida viable. Creer en Jesús te hace verdaderamente
libre, una vez cancelada tu deuda conservas tu tarjeta y aunque
pudieras volver a derrochar tu cupo de crédito, no lo vas a hacer,
porque ya sabes que tu vida se convertiría en un caos, y además sabes
que no tienes necesidad de hacerlo porque ahora Dios, tu banco, te
provee de todo lo que necesitas (y aún más).
Para decidirte a reestructurar tu deuda con Dios se necesita valor.
Seguramente tienes miedo a reconocer delante de los demás que has
manejado mal tu vida, que te has quedado sin medios para pagar tu
deuda y no te gusta admitir eso delante de otros. Llegará el momento
en que tu problema será imposible de ocultar, pero antes de eso, tu
banco celestial, ya te habrá ofrecido un alivio, y mientras vivas…
la oferta seguirá vigente!.
Si hoy te das cuenta que no has sabido administrar tu vida, si
reconoces que no tienes como pagar tu deuda y que no está en tus
manos poner remedio a tu situación, Jesús te ofrece un nuevo comienzo
y tu futuro está garantizado si dejas que í‰l sea quien tome el
control de tu vida, í‰l conoce la mejor forma de usar tu cupo de
crédito para que lo disfrutes tú y quede suficiente para compartir
con los demás.