El paí­s triangular de Centroamérica Nicaragua, ha acobijado a interesantes poetas, pero desde luego el más relevante ha sido Rubén Darí­o  Tal como nos lo recuerda los-poetas.com,  Félix Rubén Garcí­a-Sarmiento conocido como Rubén Darí­o, nació el 18 de enero en Metapa, Nicaragua pero su familia se mudó a León un mes después de su nacimiento. A la edad de doce años Rubén Darí­o publico sus primos poemas "La Fe", "Una Lágrima" y "El Desengaño"En 1882 cuando Rubén tení­a solamente quince años se presento antes del Presidente Joaquí­n Zavala. Preguntó al Presidente si el pudiera ir  a estudiar en Europa. Pero Darí­o le preguntó este después de haberle  presentado un poema muy en contra de su patria y la religión de su patria. Después de haber oí­do este poema el Presidente le dio; una  respuesta muy única a Rubén Darí­o. Le dijo, " Hijo mí­o, si así­  escribes ahora contra la religión de tus padres y de tu patria,  que será si te vas a Europa a aprender cosas peores?". Y por esto Darí­o no fue a Europa. Después se casó con Rosario Murillo, y se  mudaron a El Salvador donde encontré a Francisco Gavidia.  Gavidia  le presentó la poesí­a Castileña.
En 1883, volvió a Nicaragua. Rubén Darí­o tení­a muchos trabajos en  su vida, pero una cosa que puede ser probablemente la más importante  es que Darí­o es considerado el padre del modernismo.

Muchas páginas se han escrito sobre Rubén Darí­o sobre su poesí­a, obras y de algunas de ellas hemos seleccionado algunas notas curiosas que compartimos con  el lector, confiamos que ello le ayudará a incrementar más información sobre la interesante vida de este gran  poeta nicaragí¼ense

Se dice sobre aspectos de su vida y algunas notas,  que :

    * Es el hermano de Rosario, un hombre sin ningún género de escrúpulos, Andrés Murillo; conoce el í­ntimo drama de su hermana, que la incapacita para ser esposa de ningún puntilloso caballero local. Además, el ‘caso’ de Rosario ha trascendido al público, y entonces Murillo concibe el plan de casar a Rubén con su hermana. Conoce el carácter timorato del poeta y la abulia a que queda reducido bajo la acción del alcohol. Traza el plan a su hermana y ésta lo acepta. Al atardecer de un malhadado dí­a, Rubén está entregado inocente y honestamente a los requiebros amorosos con Rosario, en una casa situada frente al lago, barrio de Candelaria. De repente aparece el cuñado, que desenfunda un revólver y con insolentes palabras lo amenaza con ultimarlo si no se casa con su hermana. El poeta, desconcertado y sobrecogido de miedo, ofrece hacerlo. Y como todo está preparado, llega el cura a casa de Francisco Solórzano Lacayo, otro cuñado de Murillo: se ha hecho tragar gí¼isqui a Rubén y en ese estado se procede al matrimonio religioso, único autorizado en Nicaragua, el 8 de marzo de 1893. El poeta no se da cuenta del sí­ que ha pronunciado. El embotamiento de sus sentidos es completo, y cuando, al amanecer, recobra la razón, está en el lecho conyugal con Rosario, bajo la misma manta. Ni protesta, ni se queja; pero se da cuenta de que ha sido ví­ctima de una perfidia, y que aquel suceso va a pesar como un lastre de desgracia en su vida
    * Rubén Darí­o reconocí­a a Verlaine como su "padre y maestro mágico" (así­ lo declaró en su Responso a Verlaine).
    * Rubén Darí­o participó con, o fue el lí­der de, muchos movimientos
      literarios en Chile, España, Argentina, y Nicaragua. El movimiento
      modernista era una recopilación de tres movimientos de Europa:
      romanticismo, simbolismo, y el parnasianismo. Estas ideas expresan
      pasión, arte visual, y armoní­as y ritmos como música.
    * Jorge Luí­s Borges  comentó sobre Rubén Darí­o, que todo lo renovó la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado ni cesará. Quienes alguna vez lo combatimos comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar libertador.
    * En 1886 realizó un viaje a Santiago de Chile que fue su primer contacto con el progreso y la metrópoli. Quedó fascinado, y allí­ público su primer gran libro Azul (1888), libro que llamó la atención de la crí­tica y que el escritor español Juan Valera alabó mucho. De regresó a Managua se casó con Rafaela Contreras, en 1891; quince meses después nació su primer hijo y en 1893 murió su esposa
    * En Buenos Aires empieza a forjarse un nombre dentro del periodismo y la poesí­a a partir de 1890. Entra en contacto con la juventud literaria, Roberto J. Payró, Alberto Ghiraldo o Ricardo Jaimes Freyre con quien funda en 1894 la Revista de América, y con ellos se entrega a la «vida nocturna, en cafés y cervecerí­as». Colabora asiduamente en periódicos como La Nación de Buenos Aires y publica en 1896 Los raros y Prosas profanas y otros poemas
    * Sus primeros versos aparecen publicados en un diario local llamado El Termómetro. Sin embargo, será al periodismo al que, apenas superada la niñez, dedique sus primeros esfuerzos creativos. Labor que principia en el periódico La Verdad, de la citada ciudad de León, donde publica artí­culos y crónicas de diversa í­ndole, continúa en otros como La época o El Mercurio de Valparaí­so, y culmina en La Nación de Buenos Aires.
    * Si Azul… simboliza el principio de mi primavera, y Prosas profanas mi primavera plena, Cantos de vida y esperanza encierra las esencias y savias de mi otoño». Tras el exteriorismo de sus libros anteriores, en éste de 1905, sus versos se vuelcan decididamente hacia «El reino interior». Se acentúa el tono personal y filosófico en composiciones como «Yo soy aquel que ayer no más decí­a» o «Lo fatal». Se vislumbra también la conciencia de ser americano, de vivir en una América española «que tiembla de huracanes y que vive de Amor».
    * En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así­ como con el aristocrático cí­rculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mí­sera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.
    * Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestí­simo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.
    * Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darí­o pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesí­a o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lí­rico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es n
ecesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del í­mpetu romántico de Ví­ctor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artí­culos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.
    * Rubén Darí­o estaba llamado a revolucionar rí­tmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasí­as, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
    * A las 10 de la noche del 6 de febrero de 1916 murió Darí­o a los 49 años de edad en León, la ciudad de su infancia. Frente a su distinguido cadáver de poeta desfilaron durante cinco dí­as miles de personas. Queden como epí­logo de su enardecida vida estas palabras escritas veinte años antes de su muerte:     «En verdad, vivo de poesí­a. Mi ilusión tiene una magnificencia salomónica. Amo la hermosura, el poder, la gracia, el dinero, el lujo, los besos y la música. No soy más que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en Dios, me atrae el misterio; me abisman el ensueño y la muerte; he leí­do muchos filósofos y no sé una palabra de filosofí­a. Tengo, sí­, un epicureí­smo a mi manera: gocen todo lo posible el alma y el cuerpo sobre la tierra, y hágase lo posible para seguir gozando en la otra vida»

 

 

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