silvestre II

En las proximidades del año 1000 era grande la espera del fin del mundo. “Mil y no mas de mil” se decí­a en toda Europa. El dí­a del Juicio Universal llegarí­a al acabar el milenio. Guerras, epidemias y caristias preanunciaban la extinción de la humanidad, además de las particulares señales del cielo, como una lluvia de sangre en Aquitania, o una granizada de piedras en el castillo de Joigny.
Según las opiniones circulantes el fin del mundo habrí­a iniciado en Roma, por eso el ultimo dí­a del año 999 la antigua basí­lica de San Pedro se lleno de fieles llorando. Habí­an hecho penitencia durante meses y tení­an la cabeza cubierta de cenizas.
Silvestre II celebro la misa nocturna delante a todos los fieles arrodillados, que esperaban con temor la llegada de la hora fatal, la medianoche. Un silencio de ultratumba llenaba la antigua basí­lica y solo cuando la misa finalizo y se escucho el sonido de las campanas, la pesadilla se desvaneció. El mundo no habí­a terminado, la tierra no se habí­a abierto bajo sus pies, ni habí­a llovido fuego. Y el pontí­fice, que en realidad no habí­a dado crédito a la superstición popular, habrí­a reinado todaví­a hasta el 1003.
Pero quien era este Silvestre II que habrí­a pasado a la historia como el papa del año 1000? Y que era lo que le hacia estar tan seguro de que no habrí­a muerto en aquel momento de terror colectivo? El personaje es realmente singular y protagonista de leyendas inquietantes.
Nacido en el 940 en Alvernia, tierra de magos y brujas, Gerberto d’Aurillac tomo los hábitos y se fue a estudiar a las escuelas árabes de España, atraí­do por los misterios de la cultura religiosa islámica. Pasados unos años lo encontramos en Reims como profesor y después de otros años como archiobispo de esta ciudad. Finalmente pasa a Ravenna y es elegido pontí­fice en Roma en abril del 999.
Según las crónicas de la época , aparecí­a muy diferente de los otros pontí­fices. Se ocupaba de astrologí­a y quien sabe de cuantas “artes negras” más. Algunos pensaban que era el Anticristo y que toda su sabidurí­a era de origen sobre natural. Por eso tuvo el apelativo de “papa mago” y se hipnotizó incluso que hubiese llegado a pontificio gracias a un pacto con el Diablo y que justo en el momento de su muerte, el Diablo se habrí­a quedado con su alma.
Según algunos biógrafos, el presunto pacto con el Diablo se habrí­a producido en España, donde habí­a robado un libro con las formulas para la evocación de los demonios. Además de conocer el dí­a de su muerte, que sabia que no seria en el año 1000, se recuerdan otros muchos episodios mágicos.
A Gerberto eran atribuidos amores perversos. Cuando estaba todaví­a en Reims se convirtió en el amante de la bellí­sima Meridiana, la cual en realidad era la diosa Diana transformada en demonio femenino. Esta diosa lunar es considerada la reina de las brujas.
Gerberto conocí­a todos los campos de la sabidurí­a, de la teologí­a a la matemática a la filosofí­a, e incluso tenia habilidades técnicas que le permití­an construir invenciones mecánicas. Dicen que se construyo un Golem, un demonio aprisionado en una cabeza de oro, o de bronce, a la cual planteaba cuestiones particularmente difí­ciles y la cabeza respondí­a con una seña. Entre otras muchas cosas, le habrí­a indicado al pontí­fice el dí­a exacto de su muerte.
Según la tradición la “cabeza habladora” de Silvestre II fue destruida a su muerte por la corte pontificia, que en aquella maquina habrí­a visto una obra del demonio.
Pero los hechos prodigiosos no acabaron con su muerte. En su tumba, colocada en San Giovanni in Laterano, se producí­a un extraño fenómeno. Cada vez que un pontí­fice estaba a punto de morir, de ella salí­a una cierta cantidad de agua, mientras que al aproximarse la muerte de un cardenal se humedecí­a.
En 1648 el sepulcro fue abierto para un reconocimiento. La basí­lica en aquel momento estaba en fase de restauración y el arquitecto Francesco Borromini habí­a decidido reconstruir las tumbas. Los restos del pontí­fice fueron encontrados perfectamente intactos pero al contacto con el aire se disolvieron en un instante.
A los ojos del visitante actual la tumba pasa del todo inobservada. No hay nada que aluda al misterio de este increí­ble personaje.

Deja tu comentario

Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!

0 Shares:
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You May Also Like