pan La comida es un hecho vital para el ser humano y ha dado origen a algunas supersticiones, de carácter negativo, relacionadas con la actitud de despreciarla.

Por ejemplo, dejar restos de la cena en la mesa durante toda la noche es una costumbre que trae mala suerte… y a los roedores.

También se dice que trae mala suerte si se cae la comida del tenedor en el camino del plato a la boca, aunque para los propietarios de tintorerí­as sea un chollo.

EL PAN

El pan en forma de eucaristí­a goza del máximo significado en la religión cristiana y toma su simbologí­a del Beith o casa de piedra, que más tarde se convierte en casa del pan para transformarla en la morada de Dios.Así­, desde sus orí­genes el pan ha estado asociado a la vida activa y el vino, a la vida contemplativa, por lo que el sacrificio de la misa establece la sí­ntesis perfecta.

Por ello tirar el pan, que originariamente constituí­a un acto desencadenante de las fuerzas del mal fue progresando y se convirtió en un acto de irreverencia, casi sacrilegio. En cualquier caso este gesto acarrea desdicha.

Con el pan no hay escapatoria y jugar con él infunde presagios nefastos que expresa irónicamente el refrán: Con el pan recién cocido, no juegues si no lo has comido.

No ha de comerse el pan que ha mordisqueado otra persona, pues se suscitará su odio, ni arrojar migas a la lumbre, ni engullirlo tostado ya que nacerán parásitos. Se dice también que las tostadas quemadas son el alimento del diablo, por lo que hay que tener buen cuidado con ellas. Tampoco debe colocarse de forma inversa a cómo salió del horno.

Es bueno clavarle alfileres si se quiere provocar un mal a alguien. Al tiempo que se alfiletea debe decirse en voz alta el nombre de la ví­ctima.

Si antes de cortar el pan no se hace el signo de la cruz sobre él, bien con el pulgar, bien con el cuchillo (y es creencia muy arraigada todaví­a en la España rural), uno se está haciendo acreedor a un castigo, en apariencia arbitrario que puede provenir de la considerada autoridad competente en forma de multa. En el momento en que uno corta el pan no debe permitir que otro lo sujete. Tampoco se puede cortar por los extremos y siempre es mejor valerse de las manos que de un objeto cortante, pues aquél fue el modo en que Cristo lo hizo durante la íšltima Cena.

Cuando el pan cae al suelo de forma involuntaria, habrá disputas familiares y, en este caso, hay que besarlo o hacer tres cruces sobre el suelo al recogerlo. El pan, junto a la sal, el primer elemento que hay que depositar en la nueva casa a la que alguien se ha mudado y si queremos proteger a los niños de cualquier instigación o maleficio brujeril, basta con introducirles en su indumentaria o en la cartera del colegio una corteza de pan suficientemente reseca.

EL AGUA

El agua se ha utilizado en ritos de lo más diverso y las supersticiones relacionadas con ella son muy variadas.

Se decí­a que introducir una rama en el agua y sacudirla al aire era un procedimiento propio de brujas para provocar grandes tormentas y lluvias torrenciales.

Cuando se perseguí­a a un sospechoso de practicar brujerí­a se pensaba que se detendrí­a al tropezar con una corriente de agua, ya que los espí­ritus no podrí­a cruzarla.

También habí­a que escupir tres veces junto a una corriente de agua antes de cruzarla al anochecer para protegerse de malos espí­ritus y hechiceros.

Como contrahechizo el agua se solí­a tirar por la puerta, la ventana o el balcón. Se utilizaba también el agua de alicornio para contrarrestar el mal de ojo. í‰ste agua se elaboraba vertiendo agua repetidas veces sobre trozos y raspaduras de asta de ciervo, mientras se pronunciaban 300 frases cabalí­sticas o "salmos". Se consideraba que el agua estaba a punto cuando empezaba a formar burbujas del tamaño de un ojo de buey.

La suerte de agua consistí­a en prefijar un dí­a y observar durante él la clase de agua que se ve. Dependiendo de su estado (clara, turbia, hirviendo, no se ve…) así­ serí­a el pronóstico.

Al parecer, quien bebe agua al sentarse a la mesa antes de probar bocado dará un disgusto a la familia.

El agua bendita es un elemento protector y curativo, de modo que se debí­a rociar con ella a cualquier objeto, animal o persona para protegerla de la hechicerí­a. Se acostumbraba a rociar con agua bendita los cuatro ángulos de las alcoba de  un enfermo, así­ como los pies de la cama, para alejar a los demonios.

El agua bendita del bautismo se utilizaba para lavar los ojos y preservarlos de la enfermedad. Era especialmente buena para las fiebres y el reumatismo.

En el siglo XVII se curaban las enfermedades con agua bendita y tres gotas de cera, si éstas se juntaban en el agua, el enfermo sanarí­a. Este también es uno de los métodos que se dice detectan el temido mal de ojo.

LA SAL

La sal es un elemento de la tierra, un compuesto de sodio que desde la antigí¼edad se ha considerado protectora frente a los maleficio y portadora de buena suerte. Puede que esta superstición esté relacionada con la importancia de la sal como conservante de alimentos (salazón…) Además la sal simboliza la alianza del hombre con la divinidad. Este último aspecto queda destacado en la Biblia (Lev. 2, 13).

Se cree que cuando hay sal en una casa siempre habrá dinero y si se echaba sal en los rincones de las cuadras el dí­a primero de abril se evitaban las enfermedades del ganado.

Como amuleto la sal se utilizaba en rituales dibujando un cí­rculo de sal alrededor de aquel que deseaba protegerse contra el diablo. Este cí­rculo era llamado "cí­rculo mágico".

Para contrarrestar el mal de ojo se bañaban en agua con sal las plantas de los pies y las palmas de la mano tres veces, se bebí­a tres sorbos del agua salda y después se echaba al fuego lo que quedaba de dicha agua.

Hay sin embargo un remedio para conjurar la mala suerte: echar una pizca de sal por encima del hombro izquierdo, porque de este modo se ciega al diablo y a los malos espí­ritus, o tirar agua por la ventana.

Era costumbre echar sal al fuego cuando entraba en casa una persona sospechosa de dedicarse a la hechicerí­a. También se evitaban las visitas de alguien indeseable echando sal donde habí­a estado, recogiéndola y quemándola después. Otro remedio utilizado era echar sal en el umbral después de su partida.

Se creí­a que poniendo un plato con sal debajo de la cama de un enfermo ésta absorbí­a el mal y protegí­a contra la enfermedad.

Para evitar que un niño sin bautizar fuera objeto de hechicerí­as se ataba a sus ropas un saquito con un poco de sal cuando se le poní­a a dormir en su cuna.

Es de mal agí¼ero derramar de forma involuntaria la sal o que se caiga un salero: el responsable de ese fatal descuido verterá tantas lágrimas como granos de sal se hayan desperdigado. Pretenden algunos que esta creencia procede de la íšltima Cena, en la que Cristo cometió tal torpeza.

El refranero nos lo dice: "Derramar el vino es buena señal, pero no la sal"; "Si se vierte el salero, faltará la razón, pero no el agí¼ero"; "Verterse el vino es buen sino, derramarse la sal, mala señal".

Quién pisa la sal derramada tendrá disgustos y si se trata de alguien que va a casarse pronto, no cumplirá est
e propósito. Aquel que persiga quebrantar la felicidad de unos recién casados le basta con echar sal en el lecho nupcial.

 

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