Anónimo
Un trabajador cierta mañana contó a su esposa el siguiente sueño que él
había tenido la noche anterior: “Soñé que se me acercaron cuatro ratas:
la primera era muy gorda, las dos siguientes estaban muy flacas, y la
cuarta estaba ciega.”
El hombre aquel estaba muy preocupado porque, según le habían dicho,
era un presagio malo eso de soñar algo acerca de tales animales. La
mujer de este trabajador, tan supersticiosa como su marido, tuvo miedo
y no sabía cómo interpretar aquel sueño funesto. El hijo de ellos, que
era muy inteligente y nada supersticioso, y que no tenía para su padre
mucho respeto filial, sirvió de “José” a aquel moderno “Faraón”, e
interpretó el sueño:
“La rata gorda”, dijo el joven, “es el tabernero de la esquina, que se
come todo lo que ganas; las dos ratas flacas, somos mamá y yo, que no
tenemos qué comer; y la ciega eres tú – ” Dicho esto, se escapó
rápidamente por temor a una buena paliza que hubiera recibido como
premio a su franqueza
Cuantas veces perdemos la capacidad de ver las cosas pequeñas que nos
pueden estar atando. Otros las ven, pero nosotros a veces estamos
ciegos.
Muchas ataduras vienen con los vicios y los malos hábitos y se
convierten en plagas dañinas para nuestro cuerpo, alma y espíritu. Dios
nos hizo para ser libres. No dejes que nada ni nadie te ate, más deja
que Jesús te libere cada día.